12 de mayo, 2020
Todo parece volver a la normalidad, no a la nueva normalidad de la que habla el Gobierno y que es un buen eufemismo para no decir nada, sino a la vieja, a la que siempre hemos conocido.
Ayer en la tarde, después de salir del podólogo, me fui a dar un paseo por la ciudad. Caían unas gotas de lluvia y arreciaba el viento, pero ya las personas disfrutaban de la vuelta a las terrazas, en las que estaban abiertas, que eran las menos, por lo que pude comprobar.
Vi tiendas de ropa y calzado abiertas, y las personas caminaban hacia sus destinos con tranquilidad. Tras la caminata, me dirigí al punto de encuentro de muchas noches de cervezas, cenas y tapas en buena compañía, la plaza de Isabel II, también conocida como plaza de La Pila, por la fuente neoclásica de finales de 1844 que luce con esplendor.
Allí me encontré con amigas y amigos (Mercedes, Margot, Vanesa, Fernan), con los que intercambié impresiones. En la taberna de Manolo una, dos y hasta tres cervezas me llevé al gollete, mientras hablaba y reía con una simpática pareja de Vigo que también son vecinos del barrio, con los que nunca antes me había cruzado, a pesar de frecuentar los mismos locales.
Llegué a casa un poco achispada, después de prácticamente dos meses sin beber alcohol, tres cañas son más que suficientes. Y cuando salí a correr esta mañana temprano constaté que ha bajado la fluidez de paseantes y corredores por la avenida Anaga –tal vez muchos salieron de terrazas ayer-, y que se ha incrementado considerablemente el tránsito de vehículos. En resumen, casi como antes de la cuarentena.
Pero no nos engañemos, esta sensación de normalidad es falsa, ni nada es como antes ni, conjeturo, lo volverá a ser en mucho tiempo. Es verdad que ayer fue un día para la euforia contenida, la exaltación de la amistad y el reencuentro con personas conocidas.
Pero debemos ser cautos con esta aparente normalidad, aún quedan muchas incógnitas por despejar sobre el futuro más próximo. Aunque, en cualquier caso, ayer me sentí de nuevo parte de esta sociedad de la que llevamos todos mucho tiempo excluidos.
Muchos besos, pero por fases.
Nota: habréis visto que he cambiado el título de la entrada, hay que adaptarse a los tiempos.
Ah, la foto es de la mencionada fuente de la susodicha plaza, Santa Cruz de Tenerife.