Cuaderno de bitácora del confinamiento (día diecinueve)

3 de abril, 2020

Disculpadme que hoy no me detenga mucho para escribir, pero es que tengo que coger un avión en la tarde, para mis vacaciones de Semana Santa. Me voy a Madrid, donde estaré un par de días, para ver a amigos (Patrick, Itziar, Sadiel, Richi…, que os quiero mucho) y visitar museos, como siempre.

Luego, ya en tren de alta velocidad, me iré a mi pueblo en León, Veguellina de Órbigo, el pueblo, para mí, más bonito del mundo; veré a mi familia, sobre todo a mi madre, y saldré de vinos con mi querida amiga Sonia, que tanto echo de menos, y con su pareja Rafa. También iré un día a León, a ver a María, otro amor de mi vida, y veremos alguna procesión, mientras ella, experta en estos temas, me va explicando cada uno de los pasos y su significado. Creo que hace frío por mi tierra, pero no importa, estoy dispuesta a aguantar lo que venga.

Y también…¡¡¡Huy!!!, creo que me he liado, esto es lo que hice el pasado año. En mi cabeza se confunden los días con las semanas y las semanas con los meses.

Y esto será lo que haga, espero, en verano (sin procesiones, claro), pero para entonces, seguro, que lo valoraré todo mucho más. Ese encuentro con mi madre será más emocionante que nunca; y lloraré más cuando tenga que dejarla para regresar a Tenerife. Abrazaré con locura a mis hermanos, cuñadas y sobrinos. Y brindaré por la vida con mis amigas y amigos.

Todo volverá a ser igual… no, será aún mejor, no tengo ninguna duda.

En cualquier caso, queridos seguidores de este blog, os dejo, que tengo que volar… con mi imaginación.

Besos y feliz Semana Impía.

Nota: la foto es de la plaza de Veguellina

Cuaderno de bitácora del confinamiento (día seis)

21 de marzo, 2020

Como dice la canción, fumando espero… a que me traigan mi frigorífico.

Menos mal que ayer logré una solución temporal. Bajé al supermercado ecológico que hay al lado de mi casa (cuando lo abrieron, me encantó la idea de tenerlo tan cerca, ahora desearía que estuviera dos o tres manzanas más abajo), y le comenté a Silvia, una de las maravillosas chicas que atienden con simpatía y profesionalidad la tienda, que estaba sin frigorífico.

  • ¿Te quieres llevar la nevera de corcho que tenemos aquí?
  • Ah, no sé… ¿Y si la necesitas?
  • No te preocupes, ahora no la necesito -y me prestó la nevera de corcho y hielo.

En economias de subsistencia, soluciones de subsistencia. Pero gracias a esta solución que me ha brindado mi vecina y amiga Silvia (¡gracias, preciosa!), de momento la espera se hace mejor, pero ¡necesito enfriar las cerverzas! ¿Y si, de repente, viene algún amigo/a a verme y no puedo brindarle una bebida fría? (emoticono de cara de risa).

Otra cosa mucho más bonita: ayer por la noche mi hermano Toño nos envió a la familia un vídeo de nuestra madre que le habían grabado las cuidadoras de su residencia: en él, Lucía manda besos para sus nietos Adrián y Merçe, y…, se para, ¡ah, sí, para Antonio! Y para Agustín y para Dorita nada. ¡Mi preciosa mamita!, la echo tanto de menos… Y más ahora que sé que no podré verla en Semana Santa.

Llevo fuera del pueblo, a ver… (estoy contando)…, ya, 36 años, y en todos estos años solo he dejado de ir en vacaciones por razones ajenas a mi voluntad en tres ocasiones: unas Navidades, porque vivía en Ecuador; un verano en plena crisis de 2008; y una Semana Santa que tenía trabajo. Este año será la cuarta vez. Todas las veces anteriores, ha sido muy triste para mí no poder estar con mi familia. No sé cómo será en esta ocasión, pero lo que si sé es que en Semana Santa seguiremos en confinamiento, por lo que ya tendré tiempo de contarlo.

Mamita, te quiero mucho, y cuídate, que pronto podré ir a verte.

Abrazos, amigas y amigos.

Nota: la foto que ilustra esta entrada es de Villoria de Órbigo, el pueblo donde está la residencia.